sábado, junio 17, 2006

El Estatut: la madre de todas las brasas.

Sin duda, todos recordamos cuando TVE emitió "Cristal", a comienzos de los 90, un interminable culebrón sudamericano cuyos capítulos empezaban con la canción "Mi vida eres tú" y contaban, como prólogo, con una charlita de una señora que se hacía llamar "Doña Adelaida", una maruja que hacía que Mª Teresa Campos resultase amena a su lado. O los noviazgos del Príncipe Felipe (en especial el de la modelo noruega Eva Sannum), las disputas sobre si podía casarse con quien quisiera o no, la preocupación acerca de si cumpliría o no con su obligación de dar un heredero a la corona (bendita la situación que lleve a alguien a tener que preocuparse de esas cosas), etc., tema que se prolongó hasta 2004, cuando por fin se casó con Letizia Ortiz. O la canción del "Aserejé", que hace cosas de tres o cuatro años se repetía hasta la saciedad por todo lo ancho del país.

Bueno, pues todos estos ejemplos de temas repetitivos, aburridos y estomacantes palidecen comparados con el interminable, cansino e insufrible abuso de la paciencia del personal que ha supuesto, para los españoles en general y para el que esto suscribe en particular, el proceso de cobertura informativa sobre la reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña, el tan traído y llevado Estatut. No obstante, dado que parece que por fin se ve la luz al final del túnel y que este asunto, de una forma u otra, va a ser resuelto por fin, voy a hacer un esfuerzo titánico y a dedicar las siguientes líneas a un análisis de todo lo sucedido.

Parece que haya pasado un millón de años desde entonces, pero el caso es que en la anterior legislatura todavía gobernaba en Cataluña Jordi Pujol. Dado que no tenía mayoría absoluta, había alcanzado un acuerdo con el PP para asegurarse la gobernabilidad, a cambio de comprometerse a no impulsar ninguna reforma del Estatuto de Autonomía. Como en Cataluña, si alguien quiere llegar a algún sitio en política tiene que declararse "catalanista" y todos se pelean (metafóricamente hablando, claro) por ser el más catalanista de todos, los rivales de CiU aprovecharon este flanco débil para reclamar una reforma del Estatut (que jodíos) y denunciar la alianza de Pujol y sus muchachos con el PP, único partido catalán con representación parlamentaria que se podría definir como "españolista".

En esto llegaron las elecciones autonómicas y Zapatero, entonces líder de la oposición, se comprometió en un mitín, si salía elegido presidente, en las elecciones generales que iban a tener lugar pocos meses más tarde, a aceptar cualquier reforma estatutaria que aprobase el Parlamento de Cataluña. En aquel momento, la verdad, nada hacía pensar que tuviese que cumplir la promesa. El PP se había recuperado de unos meses muy difíciles (primero la huelga general, luego el Prestige, finalmente la Guerra de Irak) y parecía tener casi todas las papeletas para repetir victoria en las elecciones de marzo de 2004. Vista con perspectiva, al igual que entonces, esta promesa parece todo un brindis al sol. No por ello deja de ser un error que ha estado pagando durante casi todo lo que llevamos de legislatura.

Sea como fuere, el caso es que las elecciones dieron la llave de la gobernabilidad en Cataluña a ERC, que optó por formar un gobierno de izquierdas con el PSC (algo así como la sucursal del PSOE en Cataluña) e IC (versión catalana de IU) en lugar de coaligarse con CiU, la otra alternativa de la que disponía. Uno de los principales objetivos del gobierno tripartito recién formado fue, claro, la reforma estatutaria.

Poco tiempo después, este objetivo recibió un fuerte impulso con el resultados de las Elecciones Generales del 14 de Marzo de 2004, en las que el PSOE recibía la confianza mayoritaria de los españoles, formando gobierno con el apoyo en la investidura de ERC e IU, lo que parecía una reedición del, ya por aquel entonces, tan denostado, en algunos círculos, tripartito catalán.

Así, con la promesa previa de Zapatero, que ahora se veía forzado a cumplir y el apoyo en Madrid de los independentistas catalanes de ERC al gobierno, el trámite parlamentario en Barcelona del nuevo Estatut se convirtió en una subasta entre CiU, ERC y PSC para ver quién daba más (es decir, como decía antes, qué partido era más catalanista de todos). Como en esa subasta todos pujaban sin tener que asumir luego el resultado final (cosa que se achacaba a lo que se llama, en Cataluña y otros lugares, "Madrid", es decir: el Estado, que es quien tendría que entregar las competencias que ellos pedían, otorgar la financiación que exigían, invertir las cantidades que determinaran, ceder, en definitiva, todo lo que se exigiera en el parlamento catalán), pasó lo que tenía que pasar: se aprobó un Estatut que no había por donde coger, desde un punto de vista legal (había varios aspectos que eran de poco probable constucionalidad) y político (podía resultar más o menos aceptable para el electorado catalán pero en absoluto era digerible por el español, que se encontraba en general bastante descontento con como se había ido desarrolando el tema, sin contar con que estaba también calentito con cruces diversos de declaraciones entre políticos de uno y otro bando, campañas de boycot, etc.).

Así pues, siguiendo el trámite de reforma de un estatuto de autonomía, la propuesta aprobada por el Parlament llegó al Congreso de los Diputados para su convalidación. Como ya he dicho, era evidente que, en el caso de ser aprobado, la iniciativa catalana iba a tener que ser reformada a fondo. Aun así, Zapatero se había comprometido a apoyar lo que saliese de Cataluña al respecto. En esta tesitura, cabe hacerse dos preguntas, ¿estaba Zapatero obligado políticamente a dar por bueno lo que había llegado al Congreso? y sobre todo ¿por qué aprobaron en Cataluña un Estatuto que estaba claro que no podía ser aprobado en Madrid sin ser modificado?

La respuesta a la primera pregunta es no, por dos grandes razones. Por un lado, hubiese sido un auténtico suicidio político para el PSOE votar si a reforma estatutaria aprobada en Cataluña. Por otro, aún más importante, los poderes ejecutivo y legislativo están sujetos a los límites marcados por la Constitución, por lo que es absurdo, por inútil, aprobar una ley inconstitucional, puesto que es, como tal, inválida en lo que contradiga a ésta. Precisamente, la inconstitucionalidad de la propuesta catalana fue la gran coartada de Zapatero para poder acometer el recorte del Estatut.

Acerca de los motivos por lo que se aprueba una propuesta que no tiene posibilidades de salir adelante, la respuesta es también simple. Con los tres principales partidos dándose golpes en el pecho en el Parlament por ver quien siente más los colores de la Senyera, resultaba más fácil apostar por un estatuto de máximos y dejar la ingrata e impopular, ante su electorado, tarea de ser "El Tío Paco con las Rebajas" a... lo habéis adivinado, a "Madrid". De esta manera, salvaban la cara ante sus simpatizantes y votantes potenciales (ellos seguían siendo catalanistas, claro) y dejaban margen para seguir cultivando toda su panoplia de quejas sobre el maltrato de Madrid a Cataluña, el centralismo, el anticatalanismo español, etc. Otra cosa es que, aparte de los partidos con presencia únicamente en Cataluña, hiciera lo mismo el PSC. La verdad es que Maragall le hizo un flaco favor a Zapatero permitiendo que se formara la que se formó con este tema, pero, claro, si hubiese dicho que tal o cual cosa no eran posibles le hubieran dicho que era "españolista" y eso no podía ser. Faltaría más. No es de extrañar que en el PSOE quieran prescindir de Maragall en las próximas elecciones de Cataluña. Está por ver si lo logran.

Con la tramitación en Madrid de la propuesta del Parlament, empezó un mercadeo que continuó con el hartazgo que ya había empezado el periplo catalán de la iniciativa de reforma. Mientras el PP se quedaba aparte de todo el proceso y se dedicaba a recoger firmas y a propagar su teoría (que no se sostiene por ningún sitio desde un punto de vista jurídico) de la "reforma encubierta de la Constitución", el PSOE y los partidos catalanes se dedicaban a discutir interminablemente la contundencia con que habría que recortar el engendro jurídico y político llegado al Congreso. Con unas encuestas desfavorables y la presión creciente de la derecha y su fuerte brazo mediático, al Gobierno le interesaba cerrar el tema cuanto antes para cortar la "hemorragia política" que le suponía, lo que logró, a falta de algún que otro fleco, con el célebre acuerdo Zapatero-Mas de comienzos de año.

El citado acuerdo fue una brillante jugada política de ambos. El presidente cerraba el tema del Estatut, que tantos quebraderos de cabeza le había dado, salvaba con cierta dignidad la cara en lo relativo a su famosa promesa de la campaña de 2003, establecía una sintonía con CiU que le podía ayudar a recabar su apoyo en Madrid a las inciciativas del Gobierno y además le daba una colleja política a ERC y a Maragall, que le habían dado tanta guerra en los últimos tiempos, unos vendiendo caro su apoyo al Gobierno en el Congreso y el otro, como ya se ha dicho, no impidiendo los problemas que había tenido como consecuencia de la propuesta aprobada en Cataluña del nuevo Estatut. El líder de CiU, por su parte, conseguía ganar imagen de hombre de Estado y reeditar la imagen que había tenido su partido con Pujol de eje de la política catalana, sobre todo en las relaciones de ésta con España.

Tras la aprobación en las Cortes Generales del Estatuto acordado por el Gobierno y CiU este quedó pendiente tan solo de ser refrendado por el pueblo catalán en referéndum. En la posición tomada respecto a éste, hemos sido testigos del último sainete del Estatut, protagonizado pro ERC. Los independentistas catalanes, que habían quedado desairados por Zapatero al dejar de ser, tras el ya mencionado acuerdo Zapatero-Mas, sus "catalanes de cabecera", se encontraban de repente con que se aprobaba un estatuto que no tenía que ver, en ciertos aspectos, con el aprobado en Barcelona, cuando ellos probablemente eran los únicos que lo votaron que se lo tomaban en serio. Al final, decidieron darle un regalo político a los votantes del texto finalmente aprobado en general y a Zapatero en particular votando no al nuevo Estatuto en el Congreso de los Diputados (alineandose con el PP, su archienemigo) y tras varios bandazos (proponer la abstención, inclinarse por el voto nulo, dar a elegir entre el no, la abstención y el nulo) y la intervención de sus bases, proponer este mismo voto al electorado catalán en la consulta popular de este fin de semana. Así, nos encontramos a los partidarios del "si" (PSC-PSOE, CiU, IC) convertidos en los estandartes de la moderación, enfrentados a unos partidarios del "no" (PP y ERC) heterogéneos y asimilables a las posiciones más radicales en uno y otro sentido. Cabe esperar, así, que gane el "si" de calle, (al fin y al cabo sus partidarios sumaron, aproximadamente, el 70% de los votos en las últimas autonómicas, frente al 28% de los del "no" y probablemente los primeros roben apoyos a los segundos), lo que previsiblemente impulse a sus defensores en las elecciones al Parlamento Catalán que tendrán lugar en unos meses, aunque eso, como suele decirse, es otra historia, que deberá ser contada en otra ocasión.

En definitiva, y ya termino, el problema del Estatut es uno de tantos creados por los políticos que luego les cuesta Dios y ayuda resolver. Habrá que dejar pasar un tiempo para ver las consecuencias del texto aprobado, pero dudo que sean ni mucho menos las apocalípticas predicciones de Rajoy y el resto del PP. A corto plazo, eso sí, ha servido para impulsar a CiU, cuando cabía esperarle muy malos tiempos, tras pasar a la oposición catalana después de más de 20 años en el gobierno, le ha llevado a ERC hacerse, probablemente, un hara-kiri político, ha sido excusa para fomentar las tensiones entre distintas tierras de España (boycots, declaraciones descacharrantes de políticos y medios de comunicación...), ha desgastado por momentos al gobierno (aunque está por ver que su impacto final sea tan negativo como parecía) y le ha dado munición a la oposición, aunque no parece que la haya sabido aprovechar especialmente bien. En resumen, se acaba el gran culebrón político de los dos últimos años. Pero no echéis las campanas al vuelo, porque tenemos otro esperando: las conversaciones con ETA y la paz en el País Vasco. Pero eso, ya sabéis, es otra historia.

P.D.: felicidades a mis primos Mamen y Sergio, que acaban de ser padres de un niño y de paso me han hecho tío, aunque sea segundo. Un beso a los tres.