sábado, octubre 14, 2006

Guatemala y Guatepeor.

Supongamos que una empresa cualquiera encargada de hacer sondeos de opinión tuviera que hacer una encuesta, en cualquier lugar del mundo, en la que los entrevistados tuvieran que elegir quien preferirían, como alcalde de la localidad (desde una pequeña aldea hasta una gran megalópolis) en la que viven, entre dos únicas opciones: una versión cutre y sin gracia de los "Payasos de la Tele" y un "repelente niño Vicente" con ínfulas faraónicas. Seguramente, la opción más elegida sería el socorrido "no sabe/no contesta", seguida, de lejos, del redicho aspirante a faraón.

Tristemente, esa es la situación que nos espera a los madrileños en las próximas municipales. Dejando de lado a los candidatos de los partidos simbólicos y a Izquierda Unida, que va camino de ser un simbólico más y del que no puedo deciros mucho, aparte de que no repetirá por enésima vez la candidatura de Inés Sabanés, cosa rara teniendo en cuenta lo bien conservada que está gracias al proceso de momificación, nos vemos abocados a elegir entre el actual alcalde, Alberto Ruiz - Gallardón, y el caos y el despelote (como dijo hace poco el valencianista Joaquín sobre la selección nacional de fútbol) que representa el proyecto del PSOE para Madrid.

La gestión del equipo de gobierno municipal no parece estar demasiado bien valorada por la ciudadanía. Ni mucho menos. La superreforma de la M-30, aparte de ser un gran peligro para la seguridad de los incautos que nos vemos obligados a circular por ciertos tramos de esta importante vía de circulación, ha supuesto, junto a otras obras, reformas y arreglos diversos de la ciudad, el golpe de gracia para la ya de por sí sufrida circulación vial madrileña. Dudo que ningún otro alcalde del mundo supere el record que ostenta el nuestro en lo que se refiere a alusiones poco cariñosas hacia él mismo, su madre o su padre por parte de sus conciudadanos cuando están al volante. Además, la factura de este faraónico proyecto ha supuesto un espectacular incremento del endeudamiento del ayuntamiento y el despestar de una tremenda furia recaudatoria, que ha llevado a tomar varias medidas muy impopulares, entre las que se encuentra la extensión del aparcamiento regulado por parquímetros a varios barrios alejados del centro que no parecían demandar esta medida, con el consiguiente cabreo del respetable. Por si fuera poco, no consigue evitar dar cierta imagen de prepotencia y suficiencia, que le hacen caer, a menudo, bastante gordo. La buena estrella que tenía Ruiz - Gallardón cuando era presidente de la Comunidad y conseguía resultar un político muy eficaz, dialogante y popular, parece haberle abandonado desde que es alcalde.

Podría parecer, a la vista de todo esto, que Ruiz - Gallardón tiene todas las de perder en las próximas municipales. Nada más lejos de la realidad. De hecho, todo hace pensar que repetirá sin excesivos agobios su actual mayoría absoluta. No podemos sorprendernos, puesto que se la están poniendo en bandeja. Aunque es verdad que es muy difícil hacer oposición a nivel municipal (si no trascienden casi noticias de lo que hace el gobierno, no dígamos ya de lo que hacen las otras formaciones políticas), lo cierto es que la actividad política del PSOE en Madrid, al menos en este ámbito, parece totalmente nula. La única cabeza visible que tenía, Trinidad Jiménez, ha sido apartada del juego tras su nombramiento como Secretaria de Estado para Iberoamérica. A cambio, en lugar de sustituirla rápidamente por una persona con empuje y cierto carisma y dedicarse a denunciar los múltiples puntos débiles de la acción del gobierno municipal y presentar sus alternativas, lo único que ha hecho su partido, hasta ahora, ha sido organizar un penoso culebron acerca de la identidad del próximo candidato en las elecciones, cuyo final todavía no conocemos pero que da a entender que lo que realmente preocupa a esa formación es poner como cabeza de cartel a alguien que tenga tirón electoral suficiente para disputar, con ciertas garantías, el bastón de mando al alcalde. Lo peor es que probablemente sea así.

Puesto que este tema, dicen, a Zapatero le preocupa y no parece dar con la tecla adecuada para poner, de una vez, punto y final a la historia, tengo varias alternativas que ofrecerle para resolver de una vez a quien presentará su partido como candidato a alcalde de Madrid en 2007. Ahí van:
  1. Escoger una figura con auténtico carisma. Ni Bono (por cierto, ¿de verdad este tío ganaría si se presentase?¿qué ve la gente en él?), ni Solana, ni Fernández de la Vega ni leches. Con Chiquito de la Calzada se iban a salir. Además, habría que verle en los debates, cuando le llamase a Gallardón "pecadorl de la pradera", "finstro" o "torpedo sexuarl". El interés del madrileño medio por la política municipal subiría, desde luego, unos cuantos enteros.
  2. Dado que parece que no tienen nada que rascar, ¿por qué no rifar la candidatura? Así se sacarían un dinerillo, cosa que no parece que sobre en ningún partido político, y lograrían llamar la atención del electorado sobre sus listas.Una posibilidad parecida sería ofrecer el puesto como premio al ganador de algún reallity show.
  3. Si de verdad es cierto todo lo que dicen en los medios afines al PP de que Gallardón es un submarino del PSOE, que es un traidor, etc., ¿por qué no le ofrece a él la candidatura? Así resolvería su problema y le pasaría la pelota a Rajoy, que tendría que buscar una cabeza de cartel para su partido. Lo que ocurre es que el PP no iba a hacer el papelón que ha hecho su rival con este asunto.

La pena es que, haga lo que haga finalmente Zapatero, los madrileños nos vemos obligados a elegir entre Malaga y Malagón, entre los malos conocidos y los malos por conocer. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? Después del papelón que tuvimos que soportar con las últimas elecciones a la presidencia del Real Madrid, el descrédito de nuestras principales instituciones sigue con esta tostada y la de las elecciones a presidente de la Comunidad de Madrid, pero esta última es otra (triste) historia, que deberá esperar a ser contada en otra ocasión, si es que reúno fuerzas para ello.

De momento, sin descartar eventuales llamadas presidenciales (dicen que cualquiera puede ser designado candidato), me despido de vosotros hasta el próximo artículo. Un fuerte abrazo.

P.D.: cuando llegues a Madrid, chulona mía, voy a hacerte emperatriz de Lavapiés...

domingo, octubre 08, 2006

A Dios rogando y con el cazo cobrando.

En atención al tema que vamos a tratar en esta ocasión (que escojo para su análisis con la celeridad que me caracteriza, pero eso es otra historia), vamos a empezar con una parábola, que llamaremos la de "El padre y el hijo sin emancipar".

En una familia con un hijo ya mayorcete, sin oficio ni beneficio, el padre, harto de ver que este no rasca bola, le dice algo así como "Juancho, hijo, tienes ya treitaytantos años y no solo es que sigas viviendo aquí, es que también te tengo que pagar los gastos, como cuando tenías quince años. Tienes que hacerte autosuficiente y pagarte, por lo menos, tus cosas. Estarás de acuerdo conmigo en que es lo mínimo que puedes hacer. Eso sí, transitoriamente, mientras buscas trabajo, yo te daré una asignación mensual para que te puedas ir manteniendo. Pero recuerda que es algo provisional". El hijo estuvo de acuerdo y el padre, desde entonces, le empezó a pasar una cantidad fija. No obstante, los años pasaron y Juancho, el hijo, además de no conseguir su autosuficiencia financiera, tenía tantos gastos que no le bastaba la asignación que había acordado con su padre, con lo que este último, que era muy generoso, aportaba la cantidad adicional necesaria para que el hijo pudiera mantener su tren de vida. Ante esta situación, el padre se volvió a sentar con su hijo para hablar del tema y le dijo, muy seriamente: "Juancho, hijo mío, tienes ya cuarenta años, sigues viviendo en casa por la gorra, no has encontrado trabajo y encima no has ajustado tus gastos a tu asignación 'provisional', con lo que estoy pagando, en la práctica, más de lo acordado. Te voy a dar una nueva oportunidad pero aprovéchala porque es la última que tienes. Te voy a dar una asignación mayor para que pagues los gastos que tengas mientras buscas, esta vez de verdad, empleo. Pero, ojo, no voy a darte ni un duro más. ¿Estás de acuerdo, hijo?". Ni que decir tiene que el hijo aceptó el trato y empezó a recibir una cantidad mayor de dinero todos los meses.

Y, como decía Mayra Gómez Kemp, hasta aquí puedo leer. El final está por escribir. No obstante, todos nos lo podemos imaginar. ¿De verdad Juancho tiene motivos para creer que su padre no le dará más dinero cuando le haga falta? ¿Qué incentivos reales tiene para buscar trabajo?¿Está su padre tomando unas decisiones buenas de cara a conseguir su objetivo, que es que su hijo deje de estar a la sopa boba? Estoy convencido de que todos los que hayan leído el texto anterior tienen claro que el hijo llegará a la edad de jubilación sin dar ni golpe.

Bueno, pues esta misma situación, a una escala mucho mayor y a costa del contribuyente, se da en España en las relaciones entre el Estado y la Iglesia Católica. Durante muchos años, a la Iglesia le ha interesado hacer creer a los contribuyentes que el dinero que se llevaban de los presupuestos correspondía únicamente a la crucecita que ponen sus simpatizantes en la Declaración de la Renta. Pues no es verdad, amigos. Al igual que le pasaba al padre de Juancho, el Estado ha tenido siempre que complementar, generosamente, esa cantidad hasta llegar a la que la Iglesia realmente necesitaba. Además, han tenido el privilegio (que para sí hubiera querido cualquiera) de no pagar impuestos de prácticamente ningún tipo. Ni IVA, ni gastos por las compraventas de inmuebles, por donaciones recibidas... por nada. Aunque, total, ¿que más da?, lo que hubiesen pagado de impuestos se lo hubieramos tenido que financiar luego con cargo a Presupuestos.

La respuesta del Estado ha sido la misma. No hace mucho se ha firmado un nuevo acuerdo Iglesia - Estado, por el que este último aumenta el porcentaje a pagar por la crucecita famosa del IRPF a cambio de suprimir la asignación directa adicional. Además, si no me equivoco, les vamos a hacer pagar impuestos y todo. Estamos que nos salimos.

Al igual que el padre de Juancho, Zapatero ha cometido un error. Parece improbable que la Iglesia se vaya a limitar a gastar hasta donde le de la cantidad que le destinen su fieles en la Declaración de la Renta (bueno, a sumar a la recaudación del cepillo, las donaciones recibidas, las tarifas que cobran por bodas, bautizos y comuniones, sus hospitales, colegios, etc.). Al final, si los obispos ven que no les da con lo que tienen, (y no les va dar) pedirán más dinero a Papá Estado ¿y este se lo va a negar?. Todos sabemos que no. Nada va a cambiar, salvo que les compensamos con un porcentaje superior a pagar sobre la recaudación la menor cantidad de contribuyentes que marcan la crucecita de la Iglesia al pagar sus impuestos.

Y es que, además, yo me pregunto ¿es necesario de verdad todo esto?¿De verdad tenemos que sostener los españoles a la Iglesia Católica? Alguien tendría que darse cuenta de que ya no vivimos en la España de Felipe II o en el régimen franquista y acordarse de que tenemos una Constitución desde 1978 que declara a España un estado aconfesional. Esto tiene que notarse ya. En pleno año 2006 no puede ser que tengamos que mantener, además, a tutiplén, a una institución religiosa de ningún tipo.

Seguramente, habrá quien me diga que diga lo que diga la Constitución, la Iglesia Católica está respaldada por una gran mayoría de los españoles, que quieren que se financie a su iglesia y que deben ser tendidos en cuenta. Bueno, pues si eso es verdad (cosa que dudo a la vista de la cosntante caída en el número de españoles que optan por financiar a la Iglesia en su IRPF), entonces no hay problema: es a esa inmensa muchedumbre a quien le deben pedir la pasta los Obispos, ¿por qué en vez de eso nos pegan a todos el sablazo? No encuentro ninguna explicación.
El otro gran argumento que tiene la Iglesia para defender su financiación pública radica en su acción social de diversos tipos y en los importantes gastos de mantenimiento de su ingente patrimonio cultural y monumental (catedrales, monasterios, obras de arte de todo tipo...). Bueno, pues vale. Financiemos eso. No podemos dejar que se derrumbe, pongamos por caso, la Catedral de Burgos. Sería una pérdida para todos los españoles. Pero financiemos solo eso. El resto de cosas, al aconfesional estado español ni le van ni le vienen. Que cada cual, dicho sea con todo el respeto, se pague sus vicios.

En fin, a día de hoy, todos somos el padre de la parábola del principio. Así que, por lo menos en lo que a mi respecta, Juancho, hijo, deja de dar la brasa y vete de casa a vivir tu vida, campeón.

Y eso es todo, queridos lectores, hasta el próximo artículo, que la Paz de Dios esté con vosotros. Podéis ir en paz. Un abrazo.